En el entorno actual de negocios, caracterizado por una creciente presión regulatoria, la globalización de las cadenas de suministro y una mayor exposición reputacional, el riesgo no está únicamente en el producto o servicio que prestas, sino en quién te lo provee. De hecho, recientes estudios internacionales revelan que más del 45% de las interrupciones críticas en operaciones empresariales no son atribuibles a fallas logísticas o tecnológicas, sino a riesgos legales, financieros o reputacionales provenientes de terceros.
“Hoy, el mayor riesgo en la cadena de suministro no es la escasez: es lo que no sabes de tu proveedor.”
Esta afirmación plantea un reto fundamental: ¿conoces realmente a tus proveedores más allá de la documentación básica?
En muchas organizaciones, la debida diligencia continúa tratándose como un proceso meramente formal. Se verifica el RUT, la Cámara de Comercio y un par de referencias. Este enfoque reduccionista desconoce que en mercados cada vez más complejos y regulados, esto representa menos del 10% de la información crítica que deberías tener sobre un proveedor.
Un sistema de debida diligencia robusto debe permitir analizar aspectos como:
Participación en listas restrictivas (Clinton, OFAC, ONU).
Presencia en medios negativos o registros judiciales.
Vínculos con Personas Expuestas Políticamente (PEP).
Historial de litigios, fallas contractuales o sanciones administrativas.
Comportamiento financiero, endeudamiento y riesgo de insolvencia.
Cumplimiento de normas ambientales, laborales y de sostenibilidad.
Más allá de cumplir, se trata de construir una matriz de riesgo integral que permita evaluar el impacto potencial de cada tercero sobre tu operación.
Numerosas empresas de alto perfil han sufrido crisis reputacionales y sanciones regulatorias por prácticas de sus aliados. Basta recordar casos como los de Apple, H&M o Nestlé, donde proveedores subcontratados fueron denunciados por condiciones laborales inadecuadas, explotación infantil o daños ambientales. En muchos de estos episodios, el problema no fue la intención, sino la falta de visibilidad y monitoreo oportuno.
“La omisión en la vigilancia de terceros no exime de responsabilidad; por el contrario, la amplifica.”
En Colombia, la Superintendencia de Sociedades y la UIAF han reforzado su enfoque en la gestión de terceros en programas de SAGRILAFT, obligando a las empresas a documentar evaluaciones de riesgo que demuestren una revisión más allá de lo básico.
La debida diligencia ya no debe concebirse como un trámite de ingreso. Las organizaciones líderes implementan sistemas de monitoreo continuo, alimentados por fuentes abiertas, integraciones con bases internacionales y herramientas de analítica de datos. Al incorporar modelos de scoring reputacional, alertas automatizadas y seguimiento de eventos adversos, es posible transformar el due diligence en una herramienta predictiva, que anticipe amenazas y habilite decisiones informadas. Esto no solo reduce riesgos. Permite optimizar la gestión de compras, establecer relaciones más sólidas y generar valor compartido en toda la cadena.
Toda organización necesita preguntarse: ¿cuánto me costaría no saber que uno de mis proveedores está implicado en una investigación por corrupción? ¿Qué impacto tendría si aparece en medios por prácticas laborales cuestionables? ¿Qué pasaría si no puede cumplir por insolvencia?
“La verdadera debida diligencia no es la que cumple, sino la que protege.”
En este contexto, la debida diligencia deja de ser una buena práctica para convertirse en un imperativo estratégico. No se trata únicamente de proteger el cumplimiento normativo, sino de asegurar la continuidad del negocio, proteger la reputación corporativa y mitigar contingencias financieras y legales.
Categorías: Proveedores
Publicación: 5 de Agosto de 2025 a las 12:50
Autor: susana.ramirez@infocheck.com.co
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